"Ya mero te toca" me comentan algunos amigos y
familiares cuando de paternidad hablamos. No termino de descubrir si me lo
dicen como una advertencia, para que me ponga a temblar por todo lo que voy a
vivir;
o como buenos deseos, para que me ponga contento por lo mucho que voy a
disfrutar ser padre; o como una frase de consolación, para que no me sienta mal
por no haber podido tener hijos hasta el momento. Como sea, yo sé que lo dicen
porque me aprecian.
En general, cuando uno se casa, piensa que ser padre es una cosa
que está de la mano con el matrimonio, tan es así que uno realmente no piensa
mucho en eso de elegir ser padre. Viene junto con pegado, es el paquete
completo. Una cosa debe llevar a la otra como consecuencia natural, como cuando
los ingenieros químicos pensamos en que si juntas un ácido y un hidróxido
necesariamente obtendrás una sal y agua. Y como soy ingeniero químico, no podía
pensar de otra manera: "cuando me case seré una gran padre".
Nadie nos prepara para enfrentar la infertilidad biológica, que
resulta ser más común de lo que yo esperaba, pues ahora que soy parte de esa
estadística, he conocido a muchas personas que viven esta misma situación o he
escuchado historias similares a través de terceros. Nadie nos prepara, porque
nadie está preparado para eso. Mis papás nunca me dijeron que ser infértil era
una posibilidad y mucho menos me dijeron cómo asumirla y vivirla en plenitud. Y
obvio, no los culpo por ello, tal vez no era tan común como ahora o tal vez se
platicaba menos del tema que ahora. Por eso es que al principio uno se siente
raro, diferente, culpable, incapaz, incompleto. Es difícil no poder cumplir el
canon social y por eso uno busca encontrar los medios que le permitan ser quien
debe ser: padre biológico a como dé lugar.
Yo pasé por esa etapa frustrante. Intentas muchas cosas y nada
funciona; escuchas muchos consejos y tratas de adivinar cuál es el método
poderoso que hará que se cumplan tus sueños; miras a tu alrededor y ves cómo
surge la vida por todos lados, y mientras te sigues preguntando "¿y por
qué yo no?".
Pero si no hubiera pasado por esta etapa, no habría llegado a las
preguntas importantes: ¿Quiero ser papá? ¿Por qué quiero serlo? Somos pocos los
que vamos buscando respuestas profundas y verdaderas a estas preguntas. Somos
pocos los que elegimos ser padres porque entendimos que serlo no es casualidad,
ni suerte (buena o mala), ni el matrimonio es "la cajita feliz", que
trae el combo esposa-hijos. En resumen, la paternidad es una elección.
Yo elegí ser papá, un papá paciente. No sé cuándo, ni cómo, pero
tengo la certeza de que lo seré. Dejé de preguntarme el ¿por qué yo no? y mejor
me pregunto ¿por qué yo sí? El haber hecho a conciencia este proceso de
elección me ha permitido vivir la espera con alegría y paz, porque también he
tenido tiempo de estar un poquito mejor preparado para ser papá. Este tiempo también me ha dado la oportunidad de tener más empatía
y ser más generoso. He descubierto nuevas formas de vivir mi paternidad sin ser
padre aún. Me he encontrado con personas increíbles en este proceso, que
también me inspiran a crecer en todos los aspectos.
También elegí ser papá por adopción. Es una decisión que me hace
feliz y espero que a quien me adopte también le haga sentir lo mismo. Así que
no yerran mis amigos y familiares cuando dicen "ya mero te toca",
aunque ese ya mero pueda durar muchos meses, pues como acostumbran decir las
personas involucradas con la adopción, vivimos un "embarazo de
elefante", aunque por lo visto se asemeja más al de una salamandra alpina.
Con esta misma alegría, celebro y felicito a todos los que tienen
ya la dicha de ser papás. Seguro que eligieron bien. A quienes todavía no han podido o lo están pensando, disfruten mucho su proceso de elección.
No hay comentarios:
Publicar un comentario