sábado, 22 de noviembre de 2014

Ya marché, ¿ahora que sigue?

Ya marché, ¿ahora que sigue? Porque nos fuimos a dormir el 20 de noviembre con la esperanza de que cada vez somos más los que reclamamos por un cambio significativo e inmediato en México, pero cuando despertamos al día siguiente, el dinosaurio seguía allí, despachando en Palacio Nacional, haciendo leyes en el Congreso, impartiendo justicia desde la Suprema Corte. El sistema no cambió.
¿Marchar sirve para algo?
Las voces críticas de las manifestaciones siempre preguntan eso, dando a entender que la respuesta es no. Para qué pedir un cambio en el gobierno, si los que tenemos que cambiar somos los ciudadanos. Proponen que dejemos de marchar, para dedicarnos a trabajar más, a dejar de dar mordidas, a respetar la libertad del otro, o ser más productivos, a dejar de quejarnos. En parte tienen razón.
Sin embargo, yo les digo que mucha gente ya hace eso. Una gran cantidad de personas trabajan responsablemente, son puntuales y hasta hacen tiempo adicional que nadie les paga; tratan de educar a sus hijos de manera adecuada, procuran no violar la ley. Hoy hacer eso en México, ya no es suficiente para lograr un cambio. Es necesario, pero no suficiente. Hay que hacer más.
Esos que se quejan de las marchas no se han dado cuenta que cuando las personas deciden salir a manifestarse, a hacer suyo el espacio público, ya se está gestando un cambio en ellas. Empiezan a hacer consciente su propia responsabilidad en lograr el cambio del sistema y a tener la capacidad de exigir mejores resultados a sus servidores públicos. Están buscando aportar, hacer algo más de lo que siempre han hecho. Y seguramente, si en algo de lo que les toca hacer diario han fallado, intentarán corregirse, porque se dan cuenta que la culpa no es sólo del gobierno (aunque el gobierno tiene mucha culpa.)
¿Qué sigue? ¿Qué debemos esperar o hacer con todo este movimiento desatado por la desaparición de unos normalistas que terminaron representando a todos los desaparecidos, asesinados, secuestrados y violentados del país? Me he hecho estas preguntas, y las he escuchado de otros más, o leído en redes sociales.
Primero que nada, negarnos radicalmente a la violencia. Hay mucha gente que se queja de las manifestaciones que se han venido haciendo, sobre todo por los hechos de violencia que se han generado en algunas de ellas. Me deja tranquilo haber visto en las marchas a las que asistí gente que no busca lastimar más, sino busca un cambio. Vi como los que marcharon junto conmigo denunciaron y evidenciaron a uno que quiso pasarse de lanza, haciendo pintas en un casa. Todos le pidieron enérgicamente que no lo hiciera y que mejor se alejara de la marcha. Si hubiera sido necesario, estoy seguro que hasta se le hubiera detenido y entregado a la policía. Hay que denunciar la violencia que tenga como pretexto estas manifestaciones pacíficas. La mayoría no queremos más agresión, queremos paz, queremos encontrar mejores formas de relacionarnos unos con otros en nuestra sociedad diversa y queremos justicia, que respete la dignidad de cada uno de nosotros.
Pero no dejemos nunca de señalar que la violencia viene también del Estado. Ese aparato gubernamental, ligado a los 3 poderes y a los 3 niveles de gobierno, que también generan o promueven la violencia, justificándose en que tienen el uso legal de ella. Me enoja y a la vez entristece escuchar las declaraciones de las autoridades hablando de justicia, de estado de derecho, de no permitir violencia en las marchas, sin asumir la responsabilidad que tienen como origen y causa de la misma.
En segundo lugar, no dejar de manifestarnos, no dejar de denunciar el hartazgo que sentimos, seguir exigiendo públicamente, y de maneras diversas y creativas, un cambio. Hablar del tema, sin cansarnos, compartiendo las inquietudes que surgen en cada momento. No dejar que el movimiento se desinfle, convocar y convencer a más personas cercanas a nosotros que hay que dar señales claras de que queremos que las cosas tomen rumbos distintos a los de ahora. El sistema se alimenta de la apatía de la mayoría.
Tercero, desarrollar una propuesta concreta del cambio que queremos lograr. Podemos seguir pidiendo la renuncia del Presidente y su gabinete, aunque en realidad lo veo como un desenlace difícil (no imposible ni indeseable) de lograr. Seguiremos exigiendo la aparición con vida de los normalistas, hecho cada vez menos probable. Pero también podemos empezar a gestionar otras cosas:  una legislación sobre la revocación de mandato, la formación de una Comisión de la Verdad, hacer obligatorias y públicas las declaraciones patrimoniales de los servidores públicos y sus familiares, facilitar los requisitos de las candidaturas independientes, una regulación sobre los legisladores plurinominales. Hay tantas cosas que se pueden proponer, la cosa es empezar a dialogarlas y ponernos de acuerdo para que el movimiento se enfoque y una sus esfuerzo para lograr un cambio concreto. Pero no podemos tardarnos mucho, porque el tiempo es nuestro peor enemigo.
No perdamos la esperanza que esta situación ha despertado en muchos de nosotros, porque estoy seguro de que estamos en un momento de inflexión en nuestro país, no dejemos de aprovecharlo. . Nuestros muertos no se merecen nuestro olvido.

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